Mauro Galetti, de la Universidade Estadual Paulista en Sao
Paulo, Brasil, junto con un equipo internacional de colegas, utilizó partes del
bosque que habían sido fragmentados por plantaciones de café
Las
actividades humanas, como la práctica de la deforestación, lleva a las especies
a una extinción alrededor de cien veces más rápida que los procesos evolutivos
naturales, según explican investigadores en un artículo en la revista
'Science'. Como ejemplo de ello, señalan que la desaparición de los grandes
frutos que comen las aves de los bosques tropicales en Brasil ha causado que
las palmeras forestales de la región produzcan semillas más pequeñas, con menos
éxito en el último siglo.
Mauro Galetti, de la Universidade Estadual Paulista en Sao Paulo, Brasil, junto
con un equipo internacional de colegas, utilizó partes del bosque que habían
sido fragmentados por plantaciones de café y azúcar de caña durante la década
de 1800 para establecer su experimento natural. Se recogieron más de 9.000
semillas de 22 poblaciones diferentes de palmeras Euterpe edulis y con una
combinación de estadísticas, genética y modelos evolutivos para determinar que
la ausencia de grandes aves que dispersan semillas en la zona fue la razón
principal de la disminución del tamaño de la semilla.
"Desafortunadamente, el efecto que documentamos en nuestro trabajo no es
probablemente un caso aislado --dijo Galetti--. La extirpación generalizada a
un ritmo rápido de grandes vertebrados en su hábitat natural es muy probable
que cause cambios sin precedentes en las trayectorias evolutivas de muchas
especies tropicales". De esta forma, estos científicos estiman una
extinción de cien veces más rápido por la acción del hombre que por la
evolución natural, algo que pocos estudios han documentado.
Galetti y sus colegas encontraron que las palmas produjeron semillas
significativamente menores en los parches de bosque que habían sido
fragmentados por plantaciones de café y la caña de azúcar, y ya no eran capaces
de soportar las aves grandes de pico boquiabierto o aquellas cuyos picos tienen
más de 12 milímetros de ancho, como los tucanes y las grandes cotingas. En las
zonas de bosques no perturbados, por otra parte, estos grandes pájaros todavía
fabrican sus nidos y las palmeras siguen produciendo semillas grandes,
dispersadas con éxito por las aves, dicen.
"Las semillas pequeñas son más vulnerables a la desecación y no pueden
soportar el cambio climático previsto", alertó Galetti, quien añadió que
las pequeñas, como los zorzales, que pueblan los parches de bosques
fragmentados son incapaces de tragar y dispersar las semillas grandes. Como
resultado de esta alteración de la dispersión, la regeneración de la palma
tiene menos éxito en la zona, con plantas de semillero menos vigorosas que
germinan a partir de semillas más pequeñas.
Los investigadores tuvieron en cuenta la influencia de una amplia gama de
factores ambientales, como el clima, la fertilidad del suelo y la cubierta
forestal, pero no pueden explicar el cambio en el tamaño de la semilla de la
palma en los últimos años en los bosques fragmentados. Se realizaron análisis
genéticos para determinar que la contracción de las semillas de palmeras
forestales en la región podría haber tenido lugar a los cien años de una
perturbación inicial.
Esta escala de tiempo sugiere que la conversión de los bosques tropicales para
la agricultura, que se inició en 1800 y muchas poblaciones de aves grandes
desplazadas en la región, provocó una rápida evolución de las palmas del bosque
que dio lugar a pequeñas semillas, con menos éxito de prosperar.
Los largos períodos de sequía y un clima cada vez más cálido (como se predijo
por proyecciones de los modelos climáticos para América del Sur) podrían ser
especialmente perjudiciales para las poblaciones de árboles tropicales que
dependen de los animales para dispersar sus semillas. Alrededor del 80 por
ciento de todo el bioma Mata Atlántica se mantiene en pequeños fragmentos,
según los investigadores, y el éxito de la restauración de estos hábitats
depende fundamentalmente de la preservación de las interacciones mutuas entre
los animales y las plantas.
"La pérdida de hábitat y la extinción de especies está provocando cambios
drásticos en la composición y estructura de los ecosistemas, ya que las
interacciones ecológicas fundamentales se están perdiendo", afirma
Galetti. "Esto implica que la pérdida de las funciones clave del
ecosistema puede determinar los cambios evolutivos mucho más rápido de lo que
esperábamos. Nuestro trabajo pone de relieve la importancia de la
identificación de estas funciones clave para el diagnóstico rápido del colapso
funcional de los ecosistemas", concluye este experto.
ECOticias.com – ep
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